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EL EXTRAÑO ARTE DE PLANTAR IDEAS

Caminas por la calle normal, tranquilo, pero la gente no deja de verte: llevas un árbol enorme sobre los hombros. Un árbol con sus raíces, ramas, hojas y flores colgando. «¡Qué raro!», pensarán.


Llegas a tu casa, el árbol casi no pasa por la puerta. Cruzas la sala, las ramas van golpeando y rompiendo todo al pasar. Llegas por fin al patio y pones el árbol sobre el césped. Quieres que se quede ahí, bien plantado, con sus raíces hundidas en la tierra, firme. Pero no. No se sostiene. Se cae, lo levantas. Se inclina y se cae nuevamente. Sudas, y entiendes por fin, que no. ¡Así no se planta!


Así, muchos políticos quieren plantar sus ideas en el cerebro de la gente. Colocando la idea completa de un solo golpe. ¡Toma! Listo, lo dije. Lo expliqué y allí quedó mi idea: grabada para siempre en el cerebro del elector. Firme, indudable, indebatida.


Parece como si quisieran clavar sus ideas en la cabeza de otros a martillazos. Una explicación, martillazo. Un tuit, martillazo. Una foto, martillazo. Una entrevista, martillazo. Un ataque, martillazo. Pero no, así no se plantan las ideas.



Si has llegado hasta aquí te preguntarás ¿Las ideas se plantan? Claro que sí. Para tener un árbol frondoso y grande en tu jardín necesitas unas cuantas cosas: trabajo, esfuerzo, paciencia y perseverancia, eso lo aprendí de mi abuela. No pensarás sentarte a simplemente verlo crecer. Ni pretendas que de la noche a la mañana aparezca allí, dando sombra, flores y frutos. Un árbol sano y fuerte, crece poco a poco, lentamente. Con cuidado.


Lo mismo ocurre con las ideas. Hay que deslizarlas, sugerirlas. Dejarlas notar. Incluirlas dentro de una historia. Filtrarlas gota a gota. En una palabra, debes sembrar las ideas en el cerebro de la gente. Sembrarlas, para que vayan creciendo dentro de ese cerebro.


Hay que darle oportunidad a la persona para que aporte, relacione una cosa con la otra, para que la complete con sus propias ideas. No se trata de embestir como una aplanadora. Se trata de persuadir.


Si vas a ofrecer la solución a un problema, hazlo cuando sea posible. Y posible significa que sea realista y realizable en la práctica, pero también toma en cuenta que la otra persona esté en condiciones de aceptarla. Nunca es bueno luchar contra la voluntad por imponer una solución.


Cuando quieras plantar una idea en la cabeza de alguien actúa con la misma paciencia y sabiduría con las que actúa la naturaleza. Recuerda que convencer no es derrotar, no es poner de rodillas las ideas previas del otro. Más bien es plantar lentamente tus ideas. Hasta que ya no sean solo tuyas, sino también del otro.

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