Muy pocos construyen un efectivo conjunto de hábitos personales que les permitieran desarrollar un fuerte liderazgo político. Los hábitos no se instalan de un momento a otro. Requieren tiempo, voluntad, dedicación, esfuerzo y repetición. Pero recuerda, solo con hábitos no alcanza, pero sin hábitos es imposible.
Menos reuniones. Más breves. Bien planificadas. Y, con resoluciones concretas.
Trabaja desde tus fortalezas y de las que quienes te rodean. Debes hacer lo que mejor sabes hacer. Y delegar lo demás.
Determina la prioridad de cada etapa, de cada día y de cada objetivo. Nunca uses la palabra prioridad como si tuviera plural porque destruyes el concepto. Hay una sola prioridad. Y es lo primero que tienes que hacer cada día.
Escucha primero. Habla después. Recuerda que por algo tenemos dos orejas pero una sola boca.
Planifica. Y escribe tu plan de acción de modo simple y claro. Síguelo con disciplina y luego evalúalo periódicamente para ajustarlo.
Busca el punto óptimo entre la cantidad y calidad de la información que necesitas para tomar buenas decisiones. Es tan grave estar desinformado como estar sobre informado.
Detecta las oportunidades donde otros solo ven problemas.
Cuida tu cuerpo. Un líder necesita estar a su máxima capacidad. Necesitas alimentación sana, ejercicio físico cotidiano, descanso suficiente y costumbres saludables.
Cuida tu mente. Filtra lo que dejas que ingresa a tu cerebro. No te dejes inundar por el ruido de palabras e imágenes cargados de negatividad. Piensa en positivo.
Cuida tus emociones. Cultiva tu paz interior. Conéctate con tus seres queridos. Procesa lo que sientes junto a un profesional de la salud mental.
Sonríe. La alegría es una emoción que contagia y moviliza. La risa es una aliada natural de la política emocional. Los tristes no ganan elecciones.
Aprende cada día. Elige a tus referentes, guías y ejemplos de vida. Pon en práctica cada uno de tus aprendizajes. Ve siempre más allá. Profundiza.
Lee. Y luego sigue leyendo.
Escribe. Si eres político tendrás que ser algo así como un escritor todo-terreno. Escribe notas, reflexiones, planes, proyectos, artículos, mensajes. Cuanto más lo hagas mejor lo harás.
Distribuye bien tu tiempo, energía y atención. Son tres recursos esenciales y debes invertirlos de manera óptima. Organízate mejor.
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